A raíz de un artículo escrito por Matt Shaw en la web architizer.com ha hecho que vuelva a resurgir la cuestión relacionada entre el arquitecto y su arquitectura.

¿Para quién diseña el arquitecto? ¿Lo hace para él mismo o para la sociedad? ¿Para quién debería hacerlo?

Si preguntáramos a la sociedad cómo sería su vivienda ideal, la mayoría de las personas describiría una casa diferente a la que tienen; y lo harían comparándola, probablemente, con la de algún famoso o adinerado personaje, dando por supuesto que nunca serán capaces de tener algo parecido a no ser que les tocara la lotería. Y a lo mejor ni eso. Lo emplearían para tapar agujeros y disfrutarlo de otra forma con su familia.

Quizás esa forma de pensar es culpa nuestra, de los arquitectos. Hemos hecho que se relacionen casas de diseño con gente rica, con una vida utópica, porque cuando nos hemos topado con alguien así, lo hemos dado todo, y más aún, por si no volvía un segundo que nos permitiera volver a crear algo igual.

En los concursos para realizar alguna dependencia de pública concurrencia pasa lo mismo. El diseño más osado, diferente y llamativo gana, y con razón. Pocos son los que no conocen la Ciudad de Artes y las Ciencias de Valencia de Calatrava, La Librería y el Centro de Aprendizaje de Viena o The Guangzhou Opera House en China de Zaha Hadid Architects.

Se trata de construcciones impresionantes, mayúsculas, envidiables para muchos del sector por el hecho de haber ganado y haber tenido la oportunidad de hacerlo tangible pero, ¿realmente era preciso hacerlas así?

Estos tres edificios, por poner un ejemplo, además de lo anteriormente dicho también tienen en común que son un peligro para la sociedad. Dicho así puede sonar alarmante y desconcertante pero es que no sería la primera vez que muere una persona por un desprendimiento de una fachada o la caída de un voladizo.

Es sabido por todos que el Reina Sofía de Calatrava en Valencia ha estado oculto bajo andamios retirándose el revestimiento porque ha ido desprendiéndose rápidamente ayudado por las eventuales rachas de viento en la ciudad de Valencia. Lo mismo que ocurre con la biblioteca y Centro de Aprendizaje en Viena donde más una pieza ha caído de la fachada inclinada del edificio en un espacio por el que circulan muchos transeúntes, especialmente estudiantes universitarios.

Así, ¿vale la pena desarrollar proyectos tan arriesgados? ¿Qué se debe tener en cuenta a la hora de diseñar un edificio?